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ANÉCDOTAS DE SANTOS

Anécdota n°41

San Tarsicio - Mártir de la Eucaristía

San Tarsicio

Era la época de la persecución a los cristianos. Un día estaban celebrando la Eucaristía en las Catacumbas de San Calixto. El Papa Sixto se acuerda de los otros encarcelados que no tienen sacerdote y que por lo mismo no pueden fortalecer su espíritu para la lucha que se avecina, si no reciben el Cuerpo del Señor. Tarsicio está dispuesto a llevarles el viático. Ante tanta inocencia y ternura exclama lleno de emoción el anciano Sixto:

-          ¿Tú también, hijo mío?

Y Tarsicio le dice:

-          ¿Y por qué no, Padre? Nadie sospechará de mis pocos años.

Ante tan intrépida fe, el Papa no duda. Toma con mano temblorosa las Sagradas formas y en un relicario, las coloca con gran devoción a la vez que las entrega al pequeño Tarsicio de apenas once años, con esta recomendación:

-          Cuídalas bien, hijo mío.

-          Descuide, Padre, que antes pasarán por mi cadáver que nadie intente tocarlas.

Sale fervoroso y rápido de las catacumbas y poco después se encuentra con unos niños de su edad que estaban jugando.

-          Hola, Tarsicio, juega con nosotros. Necesitamos un compañero.

-          No, no puedo. Otra vez será,  dijo mientras apretaba sus manos sobre su pecho.

Y uno de aquellos niños exclama:

-          A ver, a ver... ¿Qué llevas ahí escondido? Debe ser eso que los cristianos llaman "Los Misterios".

Intentan verlo, derribándolo a tierra, poniendo en su pecho sus piernas con el fin de hacer fuerza de palanca para abrirle sus brazos y arrebatarle las Sagradas Formas; le tiran pedradas… siguen dándole pedradas, y va derramando su sangre. Todo inútil. Ellos no se salen con la suya y por nada del mundo permite que le roben aquellos Misterios a los que él ama más que a sí mismo...

Momentos después pasa por allí un fornido soldado que está en el período de catecumenado y que por eso conoce a Tarsicio. Los niños huyen corriendo mientras Tarsicio, llevado a hombros en agonía por el soldado, llega hasta las Catacumbas. Pero al llegar, ya había muerto...

 

“Cristo se convirtió en el Pan de Vida porque comprendió la necesidad, el hambre que teníamos de Dios. Y nosotros debemos comer este Pan y la bondad de su amor para poder compartirlo.”
(Beata Madre Teresa de Calcuta)

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