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ANÉCDOTAS DE SANTOS


Beato Juan XXIII

El Papa Bueno

Ver frases de Juan XXIII

 

 

¿Se hundirá?

Se cuenta que el "Papa Bueno", uno de los Papas más entrados en kilos que ha tenido la Iglesia, cada vez que se subía a la silla gestatoria lo hacía a regañadientes, murmurando su desencanto por el esfuerzo. Y que la primera vez que subió a ella preguntó con una sonrisa a quienes iban a cargar con él:

    -    ¿No se hundirá esto con tanto peso?

 

Hay tanto que hacer en la tierra

Cuando lanzaron el primer cohete a la luna con su alunizaje en ella, publicaron los periódicos la noticia con gran impacto y espectaculares titulares sensacionalistas.
El papa Juan XXIII se limitó a comentarlo con sus íntimos moviendo lentamente la cabeza mientras exclamaba varias veces:

    -    Hay tanto que hacer en la tierra, hijitos!, ¡hay tanto que hacer!

 

El Espíritu Santo, más listo que todos

Contaba un obispo francés que, al final de la primera sesión del concilio, un día habló con Juan XXIII sobre el discurso de apertura, y el Papa le decía:

    -    La verdad es que en el discurso de apertura que dirigí a los obispos al empezar el concilio, no había visto tantas cosas como luego, estudiándolo, encontraban los obispos. Sin embargo, ahora, cuando lo releo, también yo las encuentro.

Y remataba su confidencia con esta confesión de fe profunda:

    -    Se ve que el Espíritu Santo es más listo que todos nosotros.

 

La superiora del Espíritu Santo

Cierto día visitó un hospital a cargo de religiosas, denominado “Archihospital del Espíritu Santo”.
Al llegar, la superiora, toda nerviosa y muy emocionada, besó atropelladamente su anillo doblando la rodilla y sólo acertó a presentarse con estas palabras:

    -    Santidad, soy la superiora del Espíritu Santo.

Con una sonrisa ante tan original presentación y para templar sus visibles nervios, le respondió con chistosa y afectuosamente:

    -    ¡Qué suerte tiene, hermana! Yo sólo he podido llegar a ser vicario de Cristo.

 

Bajar... ¡y subir también!

En cierta ocasión, siendo nuncio en París, lo llevaron a un campamento militar a bendecir unas instalaciones.
Luego le presentaron a un grupo de paracaidistas a quienes les habló un rato, terminando con estas ingeniosas palabras:

    -    No quisiera, muchachos, que olvidaran esto: que a fuerza de bajar del cielo, se olvidaran de subir a él...

Santidad, yo soy bautista

Entre las numerosas audiencias concedidas a personajes importantes y no tanto, recibió un día a un senador nortemaericano.
El senador se presentó, dando a conocer su religión, diciéndole:

    -    Santidad, yo soy bautista.

A lo que el papa contestó con su sonrisa de siempre.

    -    Y yo soy Juan. De modo que ya estamos completos.

Juan Bautista, el precursor del Señor.

 

Una bendición por el aire, no...

Regresaba un día al Vaticano con su secretario después de haber visitado un asilo de ancianos y de haberles obsequiado algunos regalos.
Al pasar por delante de una casa, el secretario, señalándola, le dijo:

    -    Santidad, en esta casa vive el profesor Lolli, redactor de L´Osservatore Romano. Tiene a su mujer muy enferma. ¿No podría enviarle una bendición?

El papa le contestó:

    -    Es difícil mandar una bendición por el aire, don Loris. ¿No es mejor llevársela personalmente?

Sin avisar, como tantas veces hacía, estaba llamando a la puerta del redactor del diario para llevarle la bendición en persona...

 

¡El Papa duerme muy bien...!

Uno de los mayores encantos de Juan XXIII era la naturalidad con que hablaba y el hacer las cosas más elementales como cualquier humano...
En una audiencia a campesinos se sentía feliz entre ellos y les confesaba:

    -    Les digo un secreto: si el buen Dios no me hubiese hecho Papa, me hubiera gustado ser campesino como ustedes.

La gente sencilla de una peregrinación se quedaba asombrada cuando les contaba con la mayor naturalidad:

    -    No crean que el Papa pasa las noches insomne y sin dormir. No, no, ¡el papa duerme muy bien!

 

Humor en la caridad

En una ocasión, el Papa recibió al Gran Rabino de Roma, dentro del marco de sus encuentros interreligiosos...
Tras la amistosa reunión, lo acompañó personalmente hasta la salida de la sala de audiencias. Se planteó un pequeño problema protocolar: el Gran Rabino insistía en que el Pontífice saliera primero. El Papa, por el contrario, indicaba cortésmente que cedía la prioridad. Como, a su vez, el Gran Rabino insistía en ceder el primer paso, Juan XXIII sentenció solemnemente y con humor:

    -    ¡Que pase primero el Antiguo Testamento!

 

 

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