JUEGOS  FRASES  ANECDOTAS  TEXTOS  IMAGENES  CELU  CANCIONERO  VIDEOS  SERVICIOS

 

ANÉCDOTAS DE SANTOS


San Felipe Neri

San Felipe Neri

 

 

Una penitencia un poco rara

San Felipe Neri era un santo con gran sentido común. Trataba a sus penitentes de una manera muy práctica.

Una señora tenía la costumbre de irse a confesar donde él y casi siempre tenía el mismo cuento que decir: el de calumniar a sus vecinos. Por ello, san Felipe, le dijo: 

    -    De penitencia vas a ir al mercado, compras un pollo y me lo traes a mí. Pero de regreso lo vas desplumando, arrojando las plumas en las calles conforme caminas. 

La señora pensó que ésta era una penitencia rara, pero deseando recibir la absolución, hizo conforme se le había indicado y por fin regresó donde san Felipe.

    -    Bueno, Padre, he completado mi penitencia.

Y le mostró el pollo desplumado. 

    -    Oh, de ningún modo la has completado – le dijo el santo. Ahora regresarás al mercado y en el camino recoges todas las plumas y las pones en una bolsa. Entonces regresas donde mí con la bolsa”.

    -    ¡Pero eso es imposible! –lloró la señora–, ¡esas plumas deben de estar ahora por toda la ciudad!. 

    -    Es cierto –replicó el santo–, pero tienes aún menor oportunidad de recoger todos los cuentos que has dicho sobre tus vecinos.

 

¿Cuándo empezamos a ser mejores?

Cuentan que San Felipe acostumbraba saludar a sus amigos con estas palabras:

    -    Y bien, hermanos, ¿cuándo vamos a empezar a ser mejores?

Si éstos le preguntaban qué debían hacer para mejorar, les explicaba y los llevaba consigo a cuidar a los enfermos de los hospitales y a visitar las siete iglesias, que era una de su devociones favoritas...

 

Santidad: ¡poca santidad!

Un día el Papa le encomendó una tarea de discernimiento de espíritu. Había una monja muy popular, de la que se decía que entraba en arrobamientos místicos. El Sumo Pontífice quería una opinión de Felipe al respecto.
El santo se puso en marcha hacia el monasterio un día de lluvia torrencial. El barro del camino le llegaba hasta la rodilla. Allí, mientras se secaba un poco, se acercó la monja considerada mística. Felipe le pidió:

    -    Hermana, por amor de Dios, sáqueme las botas y séqueme los pies que están como una gallina pasada por agua.

La monja lo miró extrañadísima y, con desaire, abandonó la habitación.
Felipe se encaminó al Vaticano, pidió ver al Papa y dio su parecer:

    -    Santidad: ¡Poca santidad!

 

Plumas dispersas

Una mujer fue a confesarse con San Felipe Neri acusándose de haber hablado mal de algunas personas. El santo la absolvió, y le puso como penitencia que tomara una gallina y volviera donde estaba él desplumándola poco a poco a lo largo del camino. Cuando estuvo de nuevo ante él, le dijo:

    -    Ahora vuelve a casa y recoge una por una las plumas que has dejado caer cuando venías hacia aquí.

La mujer le mostró la imposibilidad: el viento las había dispersado. Ahí es donde quería llegar San Felipe:

    -    Ya ves -le dijo- que es imposible recoger las plumas una vez que se las ha llevado el viento, igual que es imposible retirar murmuraciones y calumnias una vez que han salido de la boca.

 

volver