JUEGOS  FRASES  ANECDOTAS  TEXTOS  IMAGENES  CELU  CANCIONERO  VIDEOS  SERVICIOS

 

ANÉCDOTAS DE SANTOS


San Francisco de Sales

San Francisco de Sales

 

 

Corazón de hielo

Un día, siendo ya obispo de Ginebra, escuchó la historia de un pastor que había extraviado una de sus vacas al resbalar el animal por un glaciar: Aquel humilde hombre no dudó ni un instante en ir a buscarla, a pesar del verdadero peligro que correría su vida si lo intentaba. El pastor se internó como pudo por aquella superficie de hielo. No consiguió coronar con éxito su empresa: la vaca y el pastor perecieron en aquella soledad silenciosa y blanca.

El santo quedó impresionado del relato. Más tarde escribió:

    -    Oh, Dios mío. ¿Es posible que el ardor de aquel pastor fuera tan grande por buscar su vaca, que ni siquiera el hielo lo pudiera enfriar? Entonces, ¿por qué yo sería tan cobarde buscando a mis ovejas? Hechos como éstos enternecieron mi corazón de hielo que no pudo sino fundirse.

 

Tentación en su juventud

Siendo muy joven, Francisco comenzó a tener el pensamiento constante y fastidioso de que se iba a condenar, que se tenía que ir al infierno para siempre. La herejía de la Predestinación, que predicaba Calvino y que él había leído, se le clavaba cada vez más en su mente y no lograba apartarla de allí. Perdía el apetito y ya no dormía. Estaba tan impresionantemente flaco y temía hasta enloquecer. Lo que más le atemorizaba no eran los demás sufrimientos del infierno, sino que allí no podría amar a Dios.

El primer remedio que encontró fue decirle al Señor: "Oh mi Dios, por tu infinita Justicia tengo que irme al infierno para siempre, concédeme que allí yo pueda seguirte amando. No me interesa que me mandes todos los suplicios que quieras, con tal de que me permitas seguirte amando siempre". Esta oración le devolvía gran parte de paz a su alma.

Pero el remedio definitivo, que le consiguió que esta tentación jamás volviese a molestarle fue al entrar a la Iglesia de San Esteban en París, y arrodillarse ante una imagen de la Santísima Virgen y rezarle la oración de San Bernardo: "Acuérdate, Oh piadosísima Virgen María, que jamás se oyó decir que hayas abandonado a ninguno de cuantos han acudido a tu amparo, implorando tu protección y reclamado tu auxilio. Animado con esta confianza, también yo acudo a ti, Virgen de las vírgenes, y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados , me atrevo a comparecer ante tu soberana presencia. No desprecies mis súplicas, Madre del Verbo, antes bien, óyelas y acógelas benignamente. Amén."

Al terminar de rezar esta oración, se le fueron como por milagro todos sus pensamientos de tristeza y de desesperación y en vez de los amargos convencimientos de que se iba a condenar, le vino la seguridad de que "Dios envió al mundo a su Hijo no para condenarlo, sino para que los pecadores se salven por medio de Él. Y el que cree no será condenado" (Jn 3,17).

Esta prueba le sirvió mucho para curarse de su orgullo y también para saber comprender a las personas en crisis y tratarlas con bondad.

 

Se pasan de educados

La fama de San Francisco de Sales como buen predicador se iba extendiendo entre la gente...
Algunos fieles, más que escuchar la Palabra de Dios, acudían a escuchar la palabra del predicador. Y algunos de estos oyentes comentaban, después de oír el sermón: 

    -    ¡Qué bien le viene esto a fulanito!

Enterado Francisco del comentario, decía: 

    -    Cuando son invitados a un banquete, cada uno come para sí... acá, por el contrario, se pasan de educados, porque no escogen nada para ustedes, sino que todo lo reparten a los demás...

 

volver