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ANÉCDOTAS DE SANTOS


San Juan Crisóstomo

San Juan Crisostomo

 

 

Cuestión de olfato

San Juan Crisóstomo, hablando de la experiencia de Dios, contaba la siguiente anécdota:

    -    Había una vez un galgo que olió a una liebre, la rastreó, la vio, y con agilidad se lanzó en su búsqueda y captura. La liebre se puso en marcha y aceleró su huida. El galgo, atraído por la sabrosa presa, no quería quedarse atrás.

En ese momento, una jauría de galgos divisó la carrera de su colega y, en un abrir y cerrar de ojos, se unió a él. La liebre, viendo aumentado el grupo perseguidor, acreció con más ímpetu su fuga, eligiendo lugares de difícil trayecto para sus enemigos.
En otro momento, una segunda jauría de galgos reparó en la tropa canina en su fatigosa pero audaz lucha, y se adhirió también a ella. La liebre, al ver de nuevo aumentada la cola de galgos, sacó más fuerzas, lo mismo que el primer galgo... La primera y la segunda jauría, imitaron a este galgo para no perder distancia.
Los galgos no cedían, tampoco la liebre que se jugaba el pellejo, poniendo su último hálito vital en lograr ágiles vueltas y contravueltas, intentando despistar a sus rivales y llevarlos al desánimo.
La primer jauría pronto desistió ante el duro empeño y se paró a tomar un respiro. La segunda, descubriendo a sus colegas en reposo, también se detuvo para recobrar el aliento.
Al final, sólo quedó la liebre perseguida por el primer perro.
El santo, entonces, pregunta:

    -    ¿Y por qué? Porque solamente éste era el que la había visto y olido. Los otros galgos corrían por pura atracción.

Y remata con la siguiente sentencia:

    -    Así son los creyentes que no han olido a Dios, no han hecho experiencia de Él y lo siguen de memoria.

 

 

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