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Oraciones de Santa Faustina

 

Acto de ofrecimiento

Oh Jesús Hostia que en este momento he recibido en mi corazón y en esta unión Contigo me ofrezco al Padre celestial como hostia expiatoria, abandonándome plena y absolutamente a la misericordiosísima, santa voluntad de mi Dios. Desde hoy, Tu voluntad, Señor, es mi alimento. Tienes todo mi ser, dispón de él según Tu divina complacencia. Cualquier cosa que Tu mano paternal me ofrezca, la aceptaré con sumisión, serenidad y gozo. No tengo miedo de nada, cualquiera que sea el modo en que quieras guiarme; y con la ayuda de Tu gracia cumpliré cualquier cosa que exijas de mí. Ya ahora no temo ninguna de Tus inspiraciones ni analizo con preocupación a dónde me llevaran. Guíame, oh Dios, por los caminos que Tú quieras; tengo confianza absoluta en Tu voluntad que es para mí el amor y la misericordia mismos. Me haces quedarme en este convento, me quedaré; me haces comenzar la obra, la comenzaré; me dejas en la incertidumbre hasta la muerte respecto a esta obra, bendito seas; me darás la muerte en el momento en que humanamente mi vida parecerá más necesaria, bendito seas. Me llevarás en la juventud, bendito seas; me harás alcanzar edad avanzada, bendito seas; me darás salud y fuerzas, bendito seas; me clavarás en un lecho de dolor quizá por toda la vida, bendito seas; me darás solamente desilusiones y fracasos durante la vida, bendito seas; permitirás que mis más puras intenciones sean condenadas, bendito seas; darás luz a mi mente, bendito seas; me dejarás en la oscuridad y en toda clase de angustias, bendito seas. Desde este momento vivo en la más profunda serenidad, porque el Señor Mismo me lleva en Sus brazos. Él, el Señor de la misericordia insondable, sabe que lo deseo solamente a Él en todo, siempre y en todo lugar.

 


 

Oh Jesús, tendido sobre la cruz. Te ruego, concédeme la gracia de cumplir fielmente con la santísima voluntad de Tu Padre, en todas las cosas, siempre y en todo lugar. Y cuando esta voluntad de Dios me parezca pesada y difícil de cumplir, es entonces que Te ruego, Jesús, que de Tus heridas fluyan sobre mí fuerza y fortaleza y que mis labios repitan: Hágase Tu voluntad, Señor. Oh Salvador del mundo, Amante de la salvación humana, tú que entre terribles tormentos y dolor, Te olvidaste de Ti Mismo para pensar en la salvación de las almas, compasivísimo Jesús, concédeme la gracia de olvidarme de mi mismo para que pueda vivir totalmente por las almas, ayudándote en la obra de salvación, según la santísima voluntad de Tu Padre…